El olivo, para un correcto desarrollo vegetativo y una evolución de frutos sanos y con buen contenido de aceite de oliva virgen, depende de la presencia de macronutrientes: nitrógeno, fósforo y potasio. Así mismo, necesita la presencia, aunque en menor medida, de magnesio, zinc, manganeso, hierro, cobre, boro y otros, como micronutrientes.
Es recomendable la realización de análisis foliares y de suelo para conocer las carencias y/o faltas de nutrientes en nuestro olivar, y así dirigir la fertilización sólo a aquellos nutrientes en los que se presente un déficit. Estos análisis, junto con una correcta aplicación, en los momentos indicados, contribuirán a un desarrollo adecuado de la planta y los frutos, así como a una mayor rentabilidad.
La aplicación de estos nutrientes se puede realizar por vía radicular, siendo la forma más efectiva la aplicación mediante fertirrigacion y por vía foliar mediante pulverización.
Nitrógeno: Es el elemento más importante en cuanto a cantidad y funciones que realiza. Es el elemento fundamental para la formación de estructuras vegetales es decir, para el crecimiento del olivo.
Una correcta actuación del nitrógeno aplicado deberá de producir crecimientos vegetativos notables, con tallos sanos y vigorosos. La cantidad de nitrógeno en las hojas debe estar entre 1,4% y 2 %. Debemos tener cuidado de aportar el nitrógeno en proporción a los restantes elementos y en las cantidades que puede asimilar la planta, lo que solo se consigue con una óptima programación nutricional (análisis foliares y de suelo).
Fósforo: En general la falta de fósforo en el olivar no es frecuente. En plantaciones llevadas a cabo en tierras con elevada cantidad de carbonato de calcio o que sean ácidas, los fertilizantes ricos en fósforo serán necesarios.
La presencia de materia orgánica en el suelo, favorece la absorción del fósforo por la raíz Tiene poca movilidad, tanto en el suelo como en la planta, por lo que las cantidades aportadas deben ser superiores a las que realmente necesita, cuando se aplica por el suelo. Como es antagónico con el nitrógeno, el frecuente exceso de este provoca defecto de aquel.
Es el elemento energético por excelencia, participando en procesos tan vitales como la salida del reposo invernal, diferenciación de yemas, floración, cuajado, maduración…
Los niveles de fósforo deben oscilar entre 0,09 y 0,25 %, su carencia produce defoliación, necrosis en bordes de hojas, caída de flores y fruto, retraso en la maduración y poco tamaño del fruto, y falta de crecimiento radicular y de toda la planta en los períodos de crecimiento, de ahí la importancia de este elemento.
Potasio: Es el elemento esencial de los que puede aportarse, que entra en mayor proporción en la materia orgánica. No forma parte estable en la estructura de las células de la planta.
Su acción es eminentemente catalítica, actuando como activador de muchas encimas, encontrándose en forma soluble en el jugo celular, especialmente en los tejidos de crecimiento. Su función más específica es la de mantener la turgencia fisiológica, evitando la excesiva transpiración y la marchitez. Actúa en el transporte de azúcares y en la síntesis de proteínas y lípidos, así como la reducción de nitratos. Como es antagónico del nitrógeno, mantener la relación adecuada es necesario para el buen desarrollo de las plantas.
Una de sus acciones es la de conseguir frutos de más capacidad de conservación, con más jugos y azucares. Favorece la formación de yemas florales.
Los problemas de carencia se agudizan en los periodos de sequía. Por ser elemento móvil, la carencia se nota en hojas viejas.
Tras la recolección de la aceituna y la poda, habrá que reponer el potasio perdido por el olivo.
En general, un análisis de hoja, suelo y agua nos dará una mejor idea de los nutrientes y micronutrientes que debemos de aportar a nuestro olivar para obtener una cosecha óptima, con frutos sanos que darán lugar a un aceite de oliva virgen de alta calidad, con alto contenido en polifenoles, y ácidos grasos beneficiosos para la salud.